“Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio.” Charles Darwin
Cuando alguien empieza hacer parkour, lo normal es ver como centra sus esfuerzos en aprender una serie de movimientos, llamémoslos básicos, que probablemente haya visto en un vídeo o los haya encontrado detalladamente descritos en una lista de una página web. La mayoría comenzamos así: queremos aprender el gato, el ladrón, el rompemuñecas… y una vez los dominamos tratamos de combinarlos de diferentes maneras, bien en el mismo movimiento (gato-preci, longitud-rompemuñecas), o encadenándolos uno detrás de otro en un recorrido. A partir de aquí enfocamos nuestros entrenamientos a perfeccionar lo ya ha aprendido, haciendo los movimientos más precisos, más grandes, más fuertes.
El problema, a mi parecer, es que muchas personas se quedan en este último punto, y su parkour no sigue evolucionando.
Creemos que mejoramos cuando hacemos un gato-preci y un doble gato más largos, o un salto de fondo o un grimpeo más altos, y pensamos que estamos estancados cuando no logramos hacer cosas más grandes. De lo que no nos damos cuenta es de que cada vez que salimos a entrenar, no importa donde, hacemos siempre lo mismo: Allá a donde vamos buscamos muros y vallas (o ramas y rocas) que se parezcan a lo que estamos acostumbrados, y si no los encontramos, o están dispuestos de manera diferente, decimos: “aquí no hay nada para hacer” o “aquí solo se puede hacer tal o cual cosa”. Es más, viajamos a algún lugar para entrenar y hacemos lo mismo que hemos visto hacer a otras personas en vídeos ¿o acaso no son iguales todos los vídeos de viajes a Lisses o a Londres?
Siempre lo mismo, si es más grande y a mayor altura, o más rápido y fluido, mejor. Y a menudo se nota cierta competitividad en el ambiente, en el sentido de querer hacer cosas más grandes que el resto, muchas veces corriendo riesgos innecesarios o forzando el cuerpo en exceso; todo para llamar la atención o sentirnos por encima de los demás.
Y todo esto no es sino consecuencia de una mentalidad cuadrada, pues vamos a entrenar y apartamos la rama de un árbol, quitamos la tierra de encima de un muro, secamos la superficie en la que queremos recepcionar, o incluso rompemos o movemos algo; todo ello para poder hacer lo que hacemos siempre, modificando el medio para ponernos las cosas más fáciles, olvidando algo fundamental en el parkour, la adaptación.
Con todo, no quiero dar a entender que trabajar para perfeccionar ciertos movimientos esté mal, todo lo contrario, pues ese trabajo nos proporcionará un control sobre nuestro cuerpo y una confianza muy importantes. Es evidente que resulta útil entrenar una serie de técnicas que la experiencia acumulada de muchos traceurs a demostrado que nos permiten superar de forma eficiente casi cualquier tipo de obstáculo, pero de la misma manera resulta útil realizar un entrenamiento físico que prepare nuestro cuerpo.
Entonces, si no se nos ocurre reducir nuestro parkour al acondicionamiento físico, ¿por qué lo reducimos a perfeccionar una serie de movimientos preconcebidos, y siempre de la misma manera?
Si buscamos que nuestro parkour sea eficiente, debemos entender que el movimiento útil es aquel que mejor se adapta al entorno. Por tanto, lo más relevante no es si nuestro límite está más cerca o más lejos, pues lo queramos o no siempre habrá un límite, ya que no podemos hacer las cosas cada vez más grandes o cada vez más rápido indefinidamente, somos humanos. Lo que es de verdad importante es la capacidad que tenemos para adaptarnos a un determinado entorno en función de nuestra condición física y nuestra habilidad técnica, así como la confianza que tenemos en ambas, para lograr un desplazamiento eficiente, rápido, bello, fluido, seguro, útil.
Y esa capacidad de adaptación en función de nuestras aptitudes no tiene límites, es difusa y difícilmente medible más que como sensación individual, no pudiendo dar lugar a ningún tipo de comparaciones.
Eso sí, es necesario entrenarla al igual que entrenamos el físico, la técnica y la mente. “Ha llovido y no se puede entrenar porque está todo mojado”, “me da miedo hacer esto porque es de noche y no veo bien”, “es que yo salto con la otra pierna”: ¡esos son los mejores momentos en los que poner a prueba nuestra capacidad de adaptación, y no hacemos más que quejarnos!
En definitiva, llega un momento en el parkour en el que es necesario romper nuestros propios esquemas para no estancarnos en la evolución y poder seguir progresando, volviendo a un movimiento más instintivo y menos calculado, un parkour más natural, más salvaje.
Parkour Madrid
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